martes, 23 de marzo de 2010

Terremoto Recursero

Christian Valenzuela J.

Hay tres opciones ante el actual escenario post terremoto que enfrentan la Carrera de Ingeniería en Recursos Naturales Renovables y el Departamento de Ciencias Ambientales y RNR, cuyas dependencias ubicadas en el cuarto piso del Campus Antumapu se encuentran francamente en ruinas: reparar, reconstruir y construir.

De la primera ni hablar, para los que no saben ya se hizo después del terremoto de 1985 y el resultado después del terremoto de 2010 todos lo conocemos. Hay quienes ven como óptima a la segunda opción, dicen que la estructura del edificio “E” del campus ―originalmente tan solo de tres pisos― tiene los cimientos tan sólidos que podría aguantar unos 15 pisos más sin ningún problema. Tal vez sea cierto, pero hay un gran problema: sus columnas principales sólo alcanzan tres pisos y construir encima del techo tiene la dificultad de que se hace sobre un suelo hueco después de unos cuantos centímetros, en donde los pilares fundacionales no podrían alcanzar gran profundidad y por ende tampoco buena estabilidad de la teórica construcción. No obstante, si los señores del IDIEM dicen (o si las autoridades dicen que ellos dicen) que sí se puede llevar a cabo la segunda opción, poco se puede argumentar en un plano netamente estructural. Aún así, me dedicaré en el resto de este artículo a argumentar porqué la tercera opción es la indicada.

Dentro de todo lo negativo que conllevan los terremotos también hay consenso en que son etapas de oportunidades. Si revisamos la breve pero tupida historia recursera, encontraremos que un viejo anhelo, tanto de estudiantes como de académicos, es tener un espacio donde el quehacer de la carrera y el departamento pueda desarrollarse plenamente y sin las actuales limitaciones.

En efecto, hay ocasiones en que los alumnos no caben en las salas de clases o no hay computadores suficientes para todos, lo que conlleva que, a pesar de que IRNR es la carrera con mejores puntajes PSU de Antumapu ―y la única en ascenso―, no podamos aumentar la matrícula de 45 a 60, por ejemplo. La futura acreditación de la carrera también está limitada ¡no hay laboratorios suficientes acorde a la instrucción que reciben los recurseros!. Sumemos además que los académicos del único departamento que realmente se preocupa por nosotros no tienen todos un espacio propio de trabajo, a veces inclusive debiendo alternar oficinas. Tampoco hay espacio suficiente para quienes ejecutan proyectos ganados por el departamento, y así suma y sigue.

Si algo hizo el terremoto en Antumapu, además de botar un par de estructuras, es recordarnos todas las falencias que arrastramos desde antes, esas que ya habíamos olvidado, conformándonos con lo que había. En ese sentido, el Decano fue reivindicador ―dentro de lo esperable― en la asamblea del pasado martes 16 de marzo, sabía que el descontento de la comunidad recursera se haría patente tras las consecuencias del terremoto y prometió hacer crecer la carrera y el departamento habilitándole laboratorios en el tercer piso y extendiendo un reconstruido cuarto piso en dirección sureste por encima de las aulas del Ciclo Básico. No solo eso, además prometió un nuevo Laboratorio de Ecología, como insinuando ―quizás inconscientemente― que a los recurseros ese es el único tema que nos interesa o incumbe.

A pesar de que estas promesas fueran verdaderas, no debemos olvidarnos de muchos otros aspectos que se dejan de lado con un simple remozamiento de la estructura superior del edificio “E”, a saber: 1. IRNR y el DCA&RNR se encuentran en el último rincón vertical de la Facultad, cuan ermitaño está metido en su cueva en lo alto de una montaña, situación que nos hace perder visibilidad y protagonismo frente a los otros actores del campus; 2. Resulta inconcebible que en un campus de 300 hectáreas, donde hay múltiples espacios mal aprovechados, se decida construir sobre una estructura que con tres pisos es buena pero que con una cuarta planta mostró deficiencias ¡en dos terremotos!; y 3. “En casa de herrero, cuchillo de palo” es un adagio popular que se le aplica muy bien a la comunidad recursera: quienes nos enseñan y quienes somos instruidos sobre gestión de desastres o eficiencia energética, por ejemplo, no tenemos un edificio con vías de evacuación bien establecidas y señaladas ni tampoco un buen aprovechamiento de la luz solar ¡insólito!.

Siempre que se piensa en nuevas construcciones en Antumapu aparece el raciocinio de la reubicación, ese que con muy buenos argumentos y más allá del arraigo romántico nos dice que permanecer en la “Tierra del Sol” es una locura y que deberíamos reubicar a las facultades en otro sitio, ahogando de un plumazo cualquier idea de nueva infraestructura. No obstante, y después de muchos años sin ver mejoras, el 2010 nos recibe con nuevos baños en la biblioteca y al lado del casino, por lo cual es presumible que no nos iremos de Antumapu en un futuro próximo. En ese escenario, ahogar el sueño de nuevas instalaciones ―que dicho sea de paso, no tienen porqué desaprovecharse ante un eventual cambio de campus― parece absurdo.

Se podría argumentar que para enfrentar la emergencia la opción más loable es la segunda, sin embargo, en palabras del mismo Decano, es posible reorganizar los departamentos de la facultad, optimizando el espacio disponible para que el DCA&RNR esté unido, acción mucho más sensata a la espera de una solución definitiva. No nos “hagamos los locos” con el tema, en Chile las soluciones “parche” al final son ―en la mayoría de los casos― de muy largo plazo. Si no cree, investigue sobre un programa de Fernando Villegas llamado “Chile a medias”, transmitido sin mucha atención del público un par de años atrás por las pantallas de Chilevisión.

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lunes, 2 de noviembre de 2009

HidroAysén: pensar antes de actuar

Klaus Kremer R.

En estos días, casi todos deben saber, más o menos, de qué se trata el proyecto hidroeléctrico de la Patagonia, HidroAysén. Más aún, probablemente la mayor parte de nuestra Facultad estaría en contra de su realización, dado que saben las consecuencias que aquello traería, si no todas, al menos las más importantes.

También muchos saben que existen otras alternativas mucho más convenientes, como las energías renovables no convencionales. Según la IPCC (Panel intergubernamental sobre cambio climático), para el año 2050, la mitad de la demanda de energía primaria podría ser cubierta por fuentes de energía renovable, donde las energías solar, oceánica, geotérmica y biomasa tendrían la mayor participación.

A pesar de todo, algunos seguirán diciendo que por sobre el impacto ambiental que el proyecto pueda tener, están las necesidades (urgentes) del país. Necesidades de índole económica, principalmente. Y es algo totalmente válido, si pensamos que nuestra vida depende de la economía. De obtener, a partir de ella, las necesidades básicas para sobrevivir, e incluso de obtener ciertos elementos que nos permitan alcanzar metas más allá de la supervivencia, vale decir, metas que otorguen una realización y un bienestar espiritual, para ser felices.

Hasta aquí, estamos bien. Debemos producir la energía que haga esto posible. Pero ¿cuánta energía se necesita? Para ello, deberíamos hacernos la siguiente pregunta: ¿Cuáles son realmente nuestras necesidades? ¿Tienen estas un límite? ¿O debemos continuar como hasta hoy en día, buscando casi caprichosamente una satisfacción inalcanzable?

Las necesidades materiales y espirituales se sustentan en los recursos naturales, los cuales son, y siempre serán limitados. Por lo tanto, resulta lógico el hecho de que nuestras necesidades, a pesar de ser grandes, deben tener un límite. De lo contrario, estaríamos aceptando el colapso del planeta, lo cual, por lo menos por ahora, no tiene sentido. Además, si seguimos el camino de la satisfacción ilimitada de necesidades, posiblemente estaremos muy cómodos, pero no por ello más felices.

Entonces, el problema consiste en identificar de qué cosas precisamos realmente, y de cuáles no, y de acuerdo a eso, establecer un límite, para lo cual podemos tomar referencias. Por ejemplo, es evidente que en Estados Unidos, donde el consumo de energía eléctrica es un cuarto de la producción mundial, hay necesidades que sobrepasan los límites razonables.

Por lo tanto, antes de desesperarse pensando en cómo obtener energía, habría que preguntarse para qué la necesitamos, y si realmente la necesitamos, ya que podría ser que al asumir la obviedad de una mayor necesidad energética estuviéramos cayendo en el mismo error que varios grandes países desarrollados. Ni siquiera estamos presenciando un aumento muy marcado de la población, como para necesitar energía con tanta urgencia.

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lunes, 26 de octubre de 2009

La ilógica de la fragmentación

Christian Valenzuela J.

Quienes convivimos en el Campus Sur debemos asumir una triste realidad: somos estudiantes, académicos y funcionarios pertenecientes a tres facultades pequeñas, de escasa gravitación a nivel Universidad y con un manejo altamente ineficiente de nuestros recursos humanos y económicos. Además, agrónomos y forestales tienen fama de flojos, a recurseros y madereros prácticamente no los conoce nadie y los veterinarios alguna valoración más alta tienen de parte del resto de la comunidad universitaria, pero tampoco tanta. Sumemos a lo anterior que las cinco carreras de pregrado del Campus tienen un campo ocupacional muy incierto en el Chile actual; Agronomía, Forestal/Madera y Veterinaria por sobre oferta de profesionales y Recursos Naturales por estar recién comenzando a darse a conocer.

Bajo el escenario anterior no sorprenden algunos hechos: En cuanto a PSU, Agronomía año tras año baja sus puntajes, Forestal y Madera ya tocaron el piso de los 600 puntos, Veterinaria se estanca y Recursos Naturales es la única carrera que asciende; en cuanto a los contenidos curriculares y las materias de investigación tanto Forestal (desde hace bastante tiempo) como Agronomía y Veterinaria “coquetean” con las ciencias ambientales, saliéndose de su tradicional ámbito de acción. Algunas de sus nuevas preocupaciones son: biocombustibles, compostaje y conservación de flora y fauna, por nombrar algunas. Punto aparte es la distinta suerte que corre Madera: está desapareciendo.

Que Agronomía, Forestal y Veterinaria se estén acercando a temas de alto interés para los recurseros no está mal, al contrario es para aplaudir. Tampoco es de extrañar, de hecho en varias carreras de la Universidad se observa una tendencia hacia la preocupación por estos temas, algo propio de las exigencias del mundo actual. El fondo del asunto se encuentra en la manera en que se está enfrentando el cambio de enfoque: estando las tres facultades del Campus Sur literalmente al lado (por no decir encima en el caso de Cs. Agonómicas y Cs. Forestales) éstas abordan sus nuevas y antiguas preocupaciones de forma separada, con escasa colaboración, con una fragmentación consumada de los programas de estudio (agrónomos, forestales y recurseros ya ni se encuentran en las aulas) y por qué no decirlo, con muchas envidias y rencores análogas a chovinismos y xenofobias, lógicamente guardando las proporciones.

La ilógica de lo que se está dando en el Campus Sur es tan grande, que las facultades parecen en guerra por ocupar el nicho ambiental del conocimiento, siendo el último golpe dado por la Facultad de Ciencias Forestales a la cual, desde el 4 de agosto pasado, debe añadirle a su nombre la frase: “y Conservación de la Naturaleza”, movimiento claramente marketero para darle oxígeno a una unidad académica en serios problemas de desinterés por parte de las nuevas generaciones.

Haciendo un poco de historia ―y aclarando que la rivalidad entre las tres facultades no viene de ahora con la lucha por el nicho ambiental del conocimiento― se observa que las tres unidades académicas en cuestión no siempre han estado separadas: en 1927 nace la llamada “Facultad de Agronomía y Veterinaria”, en 1938 se separan, en 1952 se crea la carrera de Ingeniería Forestal, en 1972 se separa de Agronomía, en 1981 se unen las tres facultades pero bajo una lógica de recortes presupuestarios impulsados a la fuerza por el gobierno militar, en 1985 se vuelve a separar Veterinaria y finalmente en 1999 se vuelve a separar también Forestal. ¿Qué viene ahora? ¿Qué se separe Recursos Naturales?

Puede entenderse que las separaciones de estas facultades a lo largo de la historia respondieran a la importancia que en la economía chilena del siglo XX cobraban los sectores que representan, así inclusive lo declara Cs. Forestales en su web donde puede leerse que su constitución en una unidad académica aparte fue “en respuesta a la relevancia alcanzada por el sector forestal en el País”. Pero si lo anterior fuera tan así ¿por qué el Departamento de Ingeniería en Minas de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas no creó su propia facultad?, entendiendo que la minería es un sector tremendamente relevante en Chile. La razón es simple: comprenden la lógica de la colaboración con sus pares.

En el Campus Sur la realidad es tristemente al revés, actuándose con la ilógica de la fragmentación: es engorroso tomar ramos de otra facultad, hay una cantidad impresionante de funcionarios y académicos sin ser plenamente aprovechados (ejemplos: hay veces en que una de las dos asistentes sociales está con una cola increíble de alumnos, mientras la otra está a la espera de que llegue alguno, hay ramos con programas idénticos que deben dictarse separadamente porque las facultades no hablan para coordinar los horarios, entre otros), hay investigadores que abordan temas totalmente complementarios que nunca han cruzado una palabra, hay tres decanos, tres vicedecanos y un largo etcétera. Con esto pareciera ser que la separación de las facultades responde más bien, además de las rivalidades mencionadas, a crear cargos y más cargos públicos para alimentar más y más bocas, aprovechándose de la ineficiencia y burocracia con que actúa el sistema estatal y remarcando su sobrenombre de “elefante blanco”.

Pasando de la crítica (constructiva por cierto) a la propuesta, creo que es claramente necesario y urgente unirnos en una única gran facultad. Algunas de las ventajas serían las siguientes: a) una menor cantidad de funcionarios y administrativos para funcionar, disminuye la burocracia y aumenta la eficiencia económica por cuanto los recursos se destinarían mayormente a actividades netamente universitarias; b) igual cantidad de académicos y estudiantes mayormente vinculados aumenta el intercambio de ideas, la colaboración investigativa, el potencial proactivo de la nueva facultad, el enriquecimiento interdisciplinario y la generación de nuevos conocimientos; y c) se gana mayor peso y relevancia como unidad académica dentro y fuera de la Universidad. Por otra parte, algunos de los grandes desafíos de una fusión estarían en: a) engranar robustamente las funciones administrativas y de gestión; b) organizar convenientemente las labores académicas e investigativas, potenciando las áreas de solapamientos entre las carreras (ej. Conservación/Preservación de Flora (Forestal-Recursos) y Fauna (Veterinaria-Recursos), Producción Animal (Agronomía-Veterinaria), etc.); y el más importante de todos c) mantener la unidad, evitando que las rivalidades entre carreras nos dividan, pasando a ser simples anécdotas para cuando se realicen competencias deportivas.

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miércoles, 14 de octubre de 2009

CEIREN y participación estudiantil

Leonardo Gatica O.

Nuestra carrera ha evolucionado en algunas áreas más y de mejor manera que en otras. Por ejemplo, en docencia, se han producido grandes mejoras, como se puede apreciar en la columna de opinión “La evolución de las asignaturas”; en cambio otras áreas aparentemente se encuentran congeladas, como la extensión, en la cual no existen actualmente actividades de carácter institucional. Pero la participación estudiantil y el CEIREN junto con su quehacer, han presentado los avances más notables.

A inicios del año 2006, no existía una directiva y el CEIREN se encontraba abandonado, en pocos meses la directiva elegida ese año, logró posicionar el tema de la Educación en Chile (gracias a la Revolución Pingüina) y el rol del CEIREN en el centro del debate recursero. Ese año se gestionó nuestra participación como carrera en Capsocial, instancia que reúne a diversas carreras de nuestra universidad. Ese año se instaló un objetivo principal para las futuras directivas del CEIREN: “Sacar a recursos del cuarto piso”.

La asistencia a las asambleas del 2006, según comentarios de profesores y egresados, llegó a estar cerca de aquellas memorables asambleas de los primeros años, donde se discutía si los recurseros somos “holísticos o no”. Cabe destacar el alto grado de socialización alcanzado por los recurseros, con los temas mencionados.

Durante el 2007, la concurrencia a las asambleas mantuvo un alto nivel e incluso se hizo una declaración pública con la postura de nuestra carrera sobre el tema de la educación en Chile. La participación estudiantil creció significativamente en otras áreas, generándose nuevas instancias de participación. Por ejemplo, se socializó el Informe de Autoevaluación de nuestra carrera, con miras a nuestra futura acreditación, con una seria y activa participación de los estudiantes, y un grupo de 20 compañeros viajó a Mendoza para el Primer Encuentro Internacional de Estudiantes de Recursos Naturales, instancia que se repitió el 2008 en la ciudad argentina de Salta y en el que nuestra carrera también participó.

El 2008 en el CEIREN asumió una directiva con estudiantes de tres generaciones, la cual presidí, que tuvo una estructura horizontal de decisión y que se propuso enriquecer la discusión y fomentar la participación estudiantil, orientando estos dos aspectos hacia nuestra carrera, generando nuevas instancias de participación. Es así como se realiza un foro de discusión sobre temas académicos, laborales y de extensión, en el cual participaron estudiantes, profesores y egresados y cuyo informe final se encuentra aún pendiente. Además: se realiza la Feria de la Tierra, para que diversas agrupaciones de la Facultad y ONGs puedan darse a conocer; se impulsa la necesaria tarea del reciclaje con la creación de una agrupación estudiantil llamada Ecomapu, la cual ha ido creciendo en autonomía y autogestión; se realiza el primer concurso fotográfico de nuestra carrera, para promover esta importante herramienta de expresión artística y denuncia; se gestiona y cofinancia el envío de dos representantes de nuestra carrera al congreso anual de CECADES, para que analizaran la posibilidad de reintegrarnos a dicha organización; entre otras acciones.

Sumado a lo anterior, tres hechos importantes ocurridos en el 2008, amplían la gestión del CEIREN y promueven la participación estudiantil: 1) se modernizan la estructura y los estatutos del CEIREN, definiendo una directiva con más integrantes y estableciendo como principio del CEIREN el apoyo y fomento a los proyectos de los estudiantes; 2) junto con lo anterior, se plantea como prioritaria la obtención de la personalidad jurídica, medida que la directiva 2009 ha logrado, con lo que se produce un salto inédito en las posibilidades de concursar a fondos y desarrollar proyectos por parte de estudiantes y egresados; y 3) los recurseros participantes del Segundo Encuentro de Estudiantes de Recursos Naturales, aceptaron organizar la tercera versión de este encuentro (junto a alumnos de la U. Austral), el cual se realizará en nuestra Facultad este mes de octubre y que recibirá a más de 150 estudiantes de Argentina y el sur de Chile, aparte de los recurseros que participen.

Este último hecho representa una gran oportunidad para la “comunidad recursera” de respaldar la gestión del CEIREN y de enviar un mensaje potente a nuestras autoridades: las iniciativas estudiantiles han sido positivas, bien organizadas y bien aprovechadas por los estudiantes, apóyenlas con más fuerza. Señal que tomará impulso mientras mayor sea la cantidad de recurseros que se inscriban y participen efectivamente de este encuentro, debido a que es una instancia inédita hasta ahora en nuestra carrera.

Esta breve recopilación y descripción de las instancias de participación estudiantil que se han generado en los últimos años, no pretende ser completa ni detallada, sino mostrar la evolución que ha experimentado la participación estudiantil en nuestra carrera, destacar que el CEIREN tiene gran responsabilidad en esta evolución y que, si bien lentamente han aumentado los ámbitos de acción y las instancias de participación estudiantil, aun queda muchísimo por hacer al respecto. Los estudiantes debemos asumir nuestra responsabilidad en aumentar las instancias de participación estudiantil y en desarrollar una real extensión. Solo se necesita un poco de creatividad, pensamiento crítico y muchas ganas de participar.

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jueves, 8 de octubre de 2009

CC: Representatividad v/s “Estática” Política

Diego Tabilo S.

Son de conocimiento colectivo las múltiples dificultades que implican poder desarrollar una gestión integrada del recurso hídrico. El contexto latinoamericano no es la excepción, y debido a una identidad cultural similar entre los países de la región, muchos de los problemas que surgen en este proceso se manifiestan paralelamente en varios de ellos. Para hacer frente a esta realidad se ha realizado una variada búsqueda de mecanismos que permitan mejorar el sistema de gobernabilidad del sector, lo que ha implicado esfuerzos en cambiar desde leyes, hasta el comportamiento de los usuarios del agua, pasando por modificaciones en las atribuciones que tienen algunas instituciones como también por la creación de otras. En esta búsqueda, el sistema mexicano apostó por desarrollar una institucionalidad cuya estructura y funcionamiento fueron concebidos incluyendo los intereses de todos los actores involucrados en la gestión del agua, protegiendo la opinión de los usuarios, y velando por la intersectorialidad. Es así como se logró constituir la figura “Consejo de Cuenca” (CC), organismo de primera categoría en la clasificación de asociaciones de Dourejeanni, pues tiene como objetivo “considerar todos los recursos e infraestructura para habilitar una cuenca”, siendo incorporados aspectos técnicos relacionados a la gestión ambiental y al desarrollo regional.

Es necesario destacar que en la concepción de este proyecto existen fortalezas y oportunidades que se traducen en ciertas debilidades y amenazas durante el proceso de implementación de lo que había sido concebido teóricamente. Dentro de las fortalezas, es una gran ventaja en términos de inclusión social que los vocales de usuarios tengan como mínimo un 50% de los votos en la estructura actual de cada CC. Por otro lado, dentro de las debilidades se puede considerar como una desventaja la dinámica generada entre variables políticas, siendo importante mencionar la pluralidad política en distintas jurisdicciones relacionadas con el manejo del agua y también las relaciones entre municipalismo y federalismo.

La posibilidad de que los usuarios directos del agua, independiente del uso que le den al recurso hídrico (agrícola, doméstico, industrial, conservación ecológica, pecuario, etc.), sean responsables de como mínimo un 50% de los votos que impliquen decisiones a nivel de cuenca, constituye una gran ventaja por tres razones principalmente. La primera radica en otorgar las condiciones para conseguir el tan ansiado desarrollo sustentable mediante el estímulo de capital social, pues como señala Díaz-Albertini, esta situación solo se posibilita si los lazos verticales de cada sociedad (en este caso a nivel de cuenca) proveen de acceso a los recursos sociales de participación, a los sectores que históricamente no han tenido mayor injerencia en la toma de decisiones. Esta situación se ha incorporado cabalmente en el funcionamiento de esta institución y ha permitido tanto a los vocales usuarios como a sus bases, empoderarse en mayor grado de la gestión del territorio, adquiriendo un rol mucho más activo. La segunda razón corresponde a la calidad multi e intersectorial de la que goza esta institución, muy importante a la hora de cumplir el objetivo de representatividad de los usuarios del agua. Además permite una retroalimentación mutua entre instituciones con competencias en la gestión del agua. Y la tercera razón radica en la detallada escala de la representatividad antes mencionada, que tiene lugar a nivel microcuenca a través de comités, a nivel de subcuenca mediante comisiones, y finalmente a nivel de la globalidad de la cuenca a través del Consejo respectivo con representantes de las dos primeras. Ésto otorga la posibilidad de que posturas que se generen en los niveles menores de esta jerarquía puedan ser expuestas ante otros representantes en los niveles mayores.

La pluralidad política en distintas jurisdicciones por un lado, y las relaciones entre municipalismo y federalismo por otro, constituyen debilidades que corresponden a una gran desventaja a nivel político. La primera crea tensiones adicionales (en un plano fuera de lo técnico) entre las diferentes instituciones encargadas del manejo del agua, y este proceso, que va desde el Gobierno Federal hasta los municipios, se entorpece cuando enfrenta un nudo de intereses divergentes, pudiendo producir efectos tales como desvío de recursos públicos y/o inhibición de inversiones en infraestructura, por ejemplo. La segunda, radica en que los calendarios electorales (cada 6 y 3 años) implican cambios de autoridades federales y municipales, presentándose una elevadísima rotación en los directivos de algunos organismos, lo que inhibe el desarrollo de proyectos con largos períodos de maduración y podría inducir a que municipios carezcan de continuidad en los distintos planes desarrollados.

A pesar de que la desventaja señalada podría entorpecer enormemente el cumplimiento de los objetivos que se plantean los CC, es necesario enfatizar que el paso mayor ―de creación de un nuevo funcionamiento en la gestión de cuencas― ya fue dado, y que lo que viene depende principalmente de la educación cívica de las personas, en cuanto a la interiorización de que es necesario participar constructivamente en las instancias de discusión que posibilita el Consejo de Cuenca; y de la capacidad de la clase política de dejar de lado los intereses partidistas para la consecución de eficiencia en la gestión y equidad en los resultados de ésta.

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jueves, 24 de septiembre de 2009

Educación de calidad ¿Para todos?

Guillermo Fuentes J.

¿Sabe Ud. donde van sus contribuciones? Tal vez la pregunta se salga del esquema, pero todos, absolutamente todos pagamos contribuciones, especialmente nosotros. ¡Sí, nosotros!, los que nos esforzamos pagando nuestras matrículas y aranceles para poder estudiar, al igual que los que trabajan se esfuerzan para pagar el pan de cada día.

Nos volvemos contribuyentes al sacar una fotocopia, al comprar un libro, al pagar la locomoción para ir cada día a clases. Pero, ¿Dónde queda este dinero?

Estamos viendo a nuestro país salir de la crisis económica, recibiendo más ingresos gracias a nuestros impuestos, impuestos que reciben de nosotros directa o indirectamente, sin embargo de todos estos ingresos solo el 4,1% del producto interno bruto (PIB) está destinado a la educación, algo muy distinto a los países desarrollados que destinan un 6,1% de su PIB. Aún más, en Chile se destinan del porcentaje anterior un 72% a la educación pública y al mismo tiempo solo un 1,2% de esto a nuestra Universidad.

Cada uno de nosotros ha observado como suben los precios de los aranceles en cada carrera, como es que aumentan las matrículas y como hay, precariedad en las salas, escasez de recursos y muchas falencias y deficiencias, más aún en nuestra Facultad.

Esto se debe, en parte, a que la “Casa de Bello” recibe anualmente solo un 14% de lo necesario para su financiamiento por parte del Estado.

¿Alguno se ha preguntado porqué, dentro de la misma Universidad, hay tantas falencias en algunas facultades (ej. la nuestra) y en otras hay tan pocas (ej. Ciencias Físicas y Matemáticas)?

La respuesta es muy simple, lo que ocurre es que por el poco financiamiento estatal, la Universidad, a pesar de ser pública, ha debido cambiar su estructura fundacional operando bajo un sistema capitalista neoliberal con respecto a sus recursos, esto junto con la poca experiencia en este modelo económico del manejo de los recursos ha llevado a una especie de “privatización” de la Universidad, convirtiéndose en una organización centralizada y con mala distribución económica.

En efecto, cada facultad debe implementar medidas para obtener por si sola los recursos económicos necesarios para su buen funcionamiento y, dentro de esta, a cada departamento se le exige lo mismo.

¿Creen aplicables estas medidas a nuestro Campus? ¿Pueden a caso los departamentos de nuestra Facultad generar los recursos monetarios para el buen funcionamiento de sus actividades?

Es prácticamente imposible. Nuestra Facultad no puede generar estos recursos, incluso posee una deuda con en resto de la Universidad por este mismo motivo. En si mismo los departamentos de esta no son capaces de generar las suficientes ganancias para poder prestar un buen servicio a las carreras.

En conclusión, son muy pocas las posibilidades que tiene nuestra Facultad de entregar la mejor calidad en lo que hace, asimismo es muy difícil poder continuar con el trabajo de excelencia que ha caracterizado a la Universidad de Chile durante tantos años, debido a concesionar servicios propios, arrendar parte del Campus e incluso vender propiedades utilizadas para prácticas, tesis, memorias e investigaciones varias, todas medidas para obtener recursos inmediatos, al igual que el alza de los aranceles.

Por otra parte, el dinero destinado para las universidades estatales durante tantos años fue truncado en 1973 y cada vez el Estado aporta menos recursos a sus universidades, dando lugar al surgimiento del lucro en universidades privadas, que se quedan con gran parte del aporte estatal que es, por derecho propio de la universidades públicas.

Esto ha llevado a la perdida de tradiciones y calidad en nuestra Universidad.

Por lo anteriormente expresado y por el bien de la Universidad, es necesario que quienes la integran se organicen, informen de lo que pasa y participen de las instancias de debate que siempre están llevándose a cabo en las distintas unidades académicas, con el fin de construir un mejor futuro para la principal casa de estudios del país.

(*) El autor pertenece a la generación 2009 de Ingeniería en Recursos Naturales Renovables.

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domingo, 13 de septiembre de 2009

Confesiones de un recursero NO arrepentido

Raúl Orrego V.

En un lugar de Santiago cuyo nombre no creo preciso recordar, vivía un joven muy interesado en la temática ambiental que se enfrentaba a una importante decisión: Elegir una profesión. Los antecedentes que tenía no facilitaban la elección, curioso por naturaleza había incursionado en diversas ciencias, encontrando en todas algo que le atraía. De pronto apareció la luz al final del túnel: una carrera que contenía todos aquellos aspectos que le interesaban. Además, la carrera estaba ligada a la temática ambiental y contaba con el respaldo de la Universidad de Chile… estaba decidido, Ingeniería en Recursos Naturales sería su futuro

Los primeros años fueron fantásticos. Buenos compañeros, profesores cercanos, motivación medioambiental, una malla de ramos prometedora, y visiones basadas en conceptos que prometían salvar el mundo… conceptos tales como holismo, interdisciplinaridad, y sustentabilidad, que afloraban de las bocas de profesores y compañeros, que aparecían en los libros y que sin más, nos prometían un futuro esplendor.

Con el correr de los años, nuestro protagonista notó que la realidad era mucho más compleja de lo que pensaba. Las otrora elocuentes voces salvadoras muchas veces escondían magistralmente discursos vacíos, llenos de lugares comunes y absolutamente inútiles. Similar cosa ocurrió con los ramos, que de pronto pasaron de “esto debe ser muy interesante” a “esto es algo sin ningún sentido que no sirve para nada, solo tiene un nombre rimbombante”

Sin embargo, también notó que si estos conceptos se trabajaban rigurosamente, en contextos adecuados, reconociendo lo bueno y malo de las herramientas asociadas, y se revisara lo hablado bajo una mirada crítica, tratando en la medida de lo posible de probar, validar y concretar lo dicho, se converge hacía lo que en un comienzo vislumbró: una profesión que aportara a resolver los problemas ambientales del país. Misma cosa con los ramos, que si eran bien profundizados, mostraban un saber hacer urgente para la sociedad, y que claro, por ser novedosos no estaban lo suficientemente desarrollados para derivar en clases lectivas tradicionales (i.e. un experto iluminado que baja del cielo a entregarnos magistralmente sus conocimientos).

Ahora, en retrospectiva, nuestro protagonista afirma que no se arrepiente de lo que estudió, pese a ser crítico de muchas cosas que pasan. Egresó, se tituló y ahora estudia para convertirse en académico. Hoy ve que Ingeniería en Recursos Naturales Renovables es una gran carrera, la que sin embargo requiere que quienes la estudien tengan algunas pistas clave. Las desarrollo a continuación. Pero antes debo decir algo: Amable lector, no olvide que esto es discutible ya que son producto de mi vivencia y mis intereses particulares, así que lo exhorto a cuestionar.

1. Nuestro objeto de estudio tiene un componente político ideológico, ya que la forma en que se manejan los recursos naturales depende de la forma en que se estructura la sociedad. Este componente es personal, ya que es una definición política. Esto significa que preguntas tales como ¿Construir una central nuclear?, ¿Llevar a cabo Hidroaysén? o ¿Fomentar los transgénicos?, no tienen una respuesta de si o no a priori desde la ingeniería en RRNN, es más, puede que algún “recursero” encuentre su futuro laboral en alguna de estas actividades productivas. El tema es que quien haga esto sea consecuente con la tarea de asegurar un desarrollo sustentable (cuidado, palabra que puede ser usada para decir algo sin decir nada… mejor reculo)… el tema es que quien haga algo así asegure al menos el cumplimiento de las normas ambientales vigentes y que no van a ocurrir problemas como el de los cisnes con CELCO. En este sentido no se debe confundir entre un ecologista y un profesional del medio ambiente, la diferencia es simple, el primero es producto de una decisión ideológica, no se necesita estudiar para ello, en cambio el segundo debe responder y decidir en función de un conjunto de conocimientos técnicos, muchos de los cuales son parte del saber hacer propio de una carrera, o bien producto de años de trabajo. Con esto no se limita a que un “recursero” sea ecologista, esto también es una opción, y muy respetable, de hecho muchos compañeros nuestros lo son, pero un “recursero” no es, ni debe ser, un ecologista per se.

2. Somos una ingeniería, no una rama de la sociología ni una forma particular de biólogos, aunque nuestra tarea tenga un enfoque social, y nuestro saber hacer parta de un “sustrato biológico”. Esto significa la ingeniería es el esqueleto en el que se adosan conceptos de las ciencias biológicas y sociales. Debo reconocer que esta opinión (la más polémica por lo demás) la fundo en mis vivencias e intereses, pero que no dista mucho de algunas tendencias que he visto en el mundo profesional y académico (más académico que profesional, que es el mundo donde me muevo, pero la situación se compensa si incluyo opiniones de segunda fuente). De hecho los trabajos de respetables y renombrados ecólogos tales como Ramón de Margalief apuntan en este sentido. Dejo la inquietud para quien quiera verificar buscando a este autor (y más que dejar la inquietud hago una exhortación, este autor tiene varios textos en español, así que el idioma no es excusa, y es por lo demás, a juicio de muchos, uno de los más importantes ecólogos de los últimos tiempos). Con esto no quiero decir que la biología o la sociología escapen a nuestro saber hacer, de hecho, son parte vital, pero la estructura mental y el enfoque de trabajo debe ser ingenieril, vale decir nuestro trabajo apunta hacia la resolución de problemas mediante la cuantificación (esto es en términos de ciencias exactas) más que mediante la descripción… al menos en la medida de lo posible (a este respecto, debo reconocer que hay conceptos muy importantes no cuantificables en este mundo de los RRNN).

3. Muy ligado a lo anterior, esta el hecho de que nuestro saber hacer está aún en construcción, aunque la urgencia de la problemática ambiental, el componente político y la natural soberbia humana haga que halla muchos que, desde el púlpito, predican verdades incuestionables y absolutas respecto de cómo se deben hacer las cosas (yo mismo en este aporte… por eso los exhorto, y seré majadero con ello, a cuestionar y discutir), pero la verdad es que la ciencia de los recursos naturales es incipiente, se está recién construyendo. En este sentido les recomiendo (y para variar… los exhorto a…) leer un texto (…que además está en español): “Hacia una ciencia de los recursos naturales” de Parra y Naredo.

4. Nuestro saber hacer ocupa términos peligrosos, a los que ya he hecho mención en varias ocasiones. El peligro de estos términos radica que en esencia son verdaderos y útiles, por lo que son ocupados para disfrazar el vacío en numerosas ocasiones. “Somos una ciencia multidisciplinaría y holista” (normalmente la frase termina con aplausos emocionados), suena muy lindo, pero con ello se dice: “trabajamos con varias temáticas y tenemos el desafío de coordinarlas”, ni más ni menos. Mención aparte merece el concepto de desarrollo sustentable, un término no polémico, que pretende decir mucho, pero no permite operacionalizar nada. Es como hablar de “felicidad”: algo que propone una meta que todos quieren, pero que no explicita sus alcances, de hecho, estoy seguro de que cambia la percepción de su esencia de persona en persona (recuerdan lo del componente ideológico). Este concepto tiene otro matiz: define el saber hacer de un ingeniero en RRNN. ¿Esto implicaría que no tenemos saber hacer, puesto que este se sustenta en un concepto difuso?, NO. Hay una urgencia por las temáticas relacionadas con el medio ambiente, y, el concepto de desarrollo sustentable, aunque vago, tiene aspectos que permiten orientar decisiones, el tema es debemos saber y entender esta limitación para manejarnos con seriedad.

5. Las carreras tienen límites difusos, más aún si son holistas e interdisciplinarias. Por tanto, el futuro profesional y la línea final de trabajo a la que se enfoque un egresado o un ya ingeniero en recursos naturales son muy variadas. Hay y van a haber, unos ligados a la evaluación de impacto ambiental o al ordenamiento territorial, otros más ligados a la industria, otros a las políticas públicas, uno que otro hará negocios y empresas, o se dedicará a la investigación. Muchos se disfrazarán de ingenieros ambientales, otros de sociólogos y otros de ecólogos y se sentirán (obviamente) en desventaja con sus pares que estudiaron estas carreras. Ahora, no por eso nuestra formación tiene falencias (aunque las tiene, es imposible que no sea así, por esto es importante el espíritu crítico y la pro-actividad), lo importante es entender lo que nos define como recurseros para aplicar ese saber hacer a la disciplina que escojamos. Personalmente (y no quiero imponer esto a los amables lectores que me han soportado hasta este punto, pero es mi definición después de mis vivencias), pienso que somos ingenieros (usamos las ciencias exactas) que resolvemos problemas ambientales (buscamos el desarrollo sustentable… y recuerden lo comentado a este respecto) desde la perspectiva del territorio (o sea, trabajamos con un enfoque espacialmente explícito y de convivencia de varios intereses… holistas e interdisciplinarios), por lo que debemos ser capaces de coordinar varios puntos de vista distintos (ingenieriles, biológicos y sociológicos), y por tanto sabemos manejar el lenguaje de estas otras visiones.

Bien, ya no los canso más con mis apreciaciones (…por fin), me gustaría que esto se conversara y discutiera, y ojalá que halla polémica (si así fuese, habré logrado mi objetivo). Creo que discutir y coordinar puntos de vista distintos es parte fundamental de lo que hacemos, pero no es algo que se enseñe en la universidad, por que no existe (ni existirá) un ramo formal para ello… eso es trabajo del estudiante (que ya debe dejar de ser alumno), como muchas otras cosas más en vuestra formación, y por hay que ser críticos y pro-activos.

Y bueno, terminar diciendo con orgullo que más allá de las ironías y comentarios críticos que he vertido en este texto, soy un recursero NO arrepentido.

Saludos afectuosos a todos.

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viernes, 4 de septiembre de 2009

Información y conocimiento de las cuencas del país

Dámare Araya V.

¿Cómo curar el dolor de un paciente mudo, que no tiene la capacidad de indicarnos dónde le duele exactamente? Preguntando a un cercano, estudiante de medicina, me indicó que lo más lógico sería realizar un examen físico, buscar algún síntoma somático a simple vista, empezar a buscar las posibles causas de este, ver internamente si hay algún daño y empezar un tratamiento. ¿De qué dependerá el éxito del tratamiento? Del grado de conocimiento que se tenga del cuerpo humano, de la pericia del médico y del conocimiento específico que se tenga del paciente, ya que no todos reaccionan de la misma forma ante un tratamiento.

El éxito de un tratamiento en la salud humana requiere básicamente de lo mismo que cualquier otro problema: conocimiento, experiencia y criterio. ¿Está el país mejorando estos tres requisitos para solucionar los problemas de las cuencas? ¿Se está mejorando “la base de información y conocimiento sobre el manejo del agua” para una mejor toma de decisiones? ¿Se sabe qué se quiere proteger? ¿Se invierten recursos para generar esta información?

Como bien planteó Pilar Valenzuela durante una charla dada en el Taller de Manejo Integrado de Cuencas de la carrera, uno de los principales problemas de implementar la Estrategia de Gestión Integrada de Cuencas (EGIC) es la falta de información que se tiene del comportamiento y las funciones de las cuencas chilenas; vemos los síntomas ―pérdida de biodiversidad, escasez de agua, inundaciones, etc.― pero no se logra dar con las causas reales de estos y por ende, muchos de los tratamientos no son efectivos. Si bien se sabe cómo se comporta una cuenca en términos generales, y existen personas muy capaces y con vasta experiencia, la falla en nuestro país se encuentra en el tercer requisito: conocer el comportamiento del paciente; factor determinante para la toma de decisiones.

El esfuerzo que se hace por “solucionar” los problemas que se van presentando es bastante, en especial para la entidad gubernamental, que trabaja bajo la sombra de un Código de Aguas muy poco restrictivo y que mantiene conformes a la mayor parte de quienes poseen derechos de aprovechamiento. Lamentablemente las medidas que se van tomando de esta manera “parchan” los problemas que existen, más que solucionarlos definitivamente. Al no tener la información necesaria para tomar decisiones con sustento científico-técnico para mejorar de las condiciones de una cuenca, se intentará trabajar con experiencias similares, lo que ya implica que se está atendiendo un paciente pensando que reaccionará igual que otro, y a su vez, la opinión de terceros toma más peso, porque no existe manera de rebatir sus argumentos. Es decir, finalmente, queda casi a la suerte de la cuenca misma recuperarse, sólo le damos un empujoncito, si no resulta, se intentará otra cosa.

¿Hasta qué punto estamos dispuestos a que se experimenten soluciones en las cuencas de nuestro país?, considerando al agua como: bien público, limitada, imprescindible para nuestra economía y sus diversas actividades productivas ―mineras, agrícolas, forestales, hidroeléctricas― y vital para buena parte de la biodiversidad chilena; ¿Cuándo será un buen momento para invertir esfuerzos en conocer lo que se está interviniendo?

Si bien la EGIC plantea dentro de sus objetivos “Mejorar la base de información y conocimiento sobre el manejo del agua …[y]… de las relaciones y dinámicas de los ecosistemas”, se requieren recursos para lograrlo ―no menores si se desea hacerlo en el menor tiempo posible―, pero principalmente se requiere continuidad. Sin este factor será imposible alguna vez alcanzar el conocimiento necesario para tomar buenas decisiones en los conflictos de carácter hídrico, y lamentablemente, el financiamiento de propuestas como la EGIC dependen en gran medida de decisiones políticas, las que, según lo visto en nuestro país, son bastante inestables.

¿Cuándo será un buen momento para invertir esfuerzos? Si la gestión que se hace en las cuencas chilenas sigue estando esencialmente bajo decisiones políticas, ese momento llegará cuando el tema alcance niveles muy peligrosos, cuando los distintos actores se vean agobiados y obliguen a las autoridades a mirar el conflicto e invertir en investigación.

Pero no necesariamente se deben alcanzar niveles críticos (como es costumbre) para poder ver cambios, en instancias como las mesas de agua, propuestas por la EGIC, o algún símil, debiese plantearse siempre como tema prioritario la necesidad (o escasez) de estudios, antecedentes y análisis de las cuencas, que permitan a los actores involucrados: hacerse parte del cuidado, ser pertinentes, generar instancias de conversación con autoridades para comunicar necesidades y hacer valer la gobernabilidad de la que todos somos responsables; para así invertir, de manera conciente, dinero y energías en soluciones responsables e informadas, que sean, por sobre todo, sustentables para los usuarios y el medio ambiente.

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jueves, 27 de agosto de 2009

Decanato prohibido

Christian Valenzuela J.

La última elección de decano en la Facultad de Ciencias Agronómicas, y muy probablemente varias de las anteriores, mostraron a la comunidad universitaria una realidad sorprendente: los candidatos para ocupar el máximo puesto de la facultad eran todos mayores de 60 años. Y la razón es simple: para optar al puesto de decano un académico debe poseer el rango de Profesor Titular.

¿Cuál es el problema entonces? Según el artículo 8 del Reglamento general de carrera académica de la Universidad, Profesor Titular “es el más alto rango académico de la Universidad y pertenecen a él quienes consolidan un elevado prestigio nacional e internacional, desarrollando en forma sobresaliente una actividad académica innovadora en sus concepciones, contenidos o procedimientos”. A simple vista no parece haber problema, pero la realidad indica otra cosa: es extremadamente complicado para un académico joven ser profesor titular, porque es enormemente difícil consolidar un elevado prestigio nacional e internacional, inclusive uno leve.

Los rangos académicos de la Universidad son cinco, y en orden de importancia luego de Profesor Titular están: Profesor Asociado, Profesor Asistente, Instructor y Ayudante. La tónica general es que en las distintas unidades académicas hay muy pocos profesores titulares. Un buen ejemplo es el Departamento de Ciencias Ambientales, el cual posee 13 académicos de planta de los cuales 1 es ayudante (C. Mattar), 5 son instructores (A. De la Fuente, R. Fuster, L. González, G. Soto y J.M. Uribe), 5 son profesores asistentes (P. Aldunce, A. León, L. Morales, M. Paneque y J. Pérez-Quezada), 1 es profesor asociado (R. Hernández) y 1 es profesor titular (F. Santibáñez). Es interesante recordar que el profesor Fernando Santibáñez era uno de los tres candidatos para la última elección de decano realizada en nuestra facultad.

Comentario aparte merece la forma en que se asciende por los rangos académicos. Para el común de los mortales nos parece al menos extraña y oculta la forma en que un académico puede ser promovido a un rango superior ¿Habrá que ser masón? ¿Será un problema de platas? No lo sabemos con certeza. Lo cierto es que hay casos emblemáticos en nuestro mismo Departamento de académicos que no son o no fueron profesores titulares teniendo méritos de sobra. Ejemplos son: Alberto Carvacho, retirado en 2007, quien entre sus múltiples logros profesionales tiene el haber sido director del Museo de Historia Natural, mientras que en la Universidad solo alcanzó el rango de profesor asociado; Roberto Hernández, actual profesor asociado, quien tiene entre sus publicaciones un texto que es referencia obligada para los estudiosos de su misma disciplina; y Luis Morales, actual profesor asistente, quien ha sido calificado por sus mismos ayudantes como “eminencia”. Asimismo, por sus trabajos y estudios de posgrado, hay otros académicos más jóvenes del Departamento que merecen mayor jerarquía que la que actualmente tienen. Al final, todos los académicos que vemos a diario en el “cuarto piso” no tienen ninguna posibilidad de postular al decanato en la actualidad.

En otras facultades este panorama se repite y por ende quienes ocupan los cargos de decano son académicos de avanzada edad, algunos de muy avanzada. Sin querer desmerecer la contribución de la gente mayor ¿Es justo que académicos más jóvenes no tengan posibilidad de dirigir los destinos de las diversas facultades? Y nacen una serie de otras interrogantes: ¿Es realmente necesario ser profesor titular para dirigir una facultad? ¿En qué medida ayuda a la renovación de la Universidad esta disposición? El actual proceso para ascender en los rangos académicos ¿Es el indicado? Todas preguntas que debiera plantearse la comunidad universitaria.

Por otra parte, en cuanto a las condiciones que debe tener alguien que aspira a sentarse en el sillón más importante de una facultad: tener prestigio internacional o en definitiva ser muy destacado en una disciplina particular ¿Es garantía para ser un buen decano? Y en esta última interrogante conviene detenerse, pues siendo la mayoría de nuestros decanos destacadísimos profesionales, muchos no son precisamente destacadísimos decanos, considerando los múltiples problemas no solucionados que tienen algunas unidades académicas. Así parece lógica la explicación: ser un experto internacional en fruticultura, por ejemplo, no tiene nada que ver con ser bueno en gestionar, entendiendo que en la globalidad esa es la labor de un decano. Obviamente tener habilidades para gestionar no es lo único que se le debe pedir a un decano, sin embargo desde luego que es una competencia excluyente. No es casualidad que las facultades de Ciencias Físicas y Matemáticas y Economía y Negocios ―ambas caracterizadas por dotar a sus integrantes con capacidades de gestionar― sean de las unidades académicas más modernas, prestigiosas y bien administradas que tiene la Universidad.

Al final, y con el actual sistema elitista que tiene la Universidad, el grueso de nuestros académicos tiene totalmente prohibido ser decano, evidenciándose que la base democrática de este proceso está viciada.

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miércoles, 19 de agosto de 2009

La explotación del mar

Nicolás Fuentes A.

La protección de los recursos, hoy en día, es una tendencia mundial. Ya en el año 1987 la Organización de las Naciones Unidas planteó que los países debían considerar en sus políticas un desarrollo sustentable, definido como “un desarrollo que satisface las necesidades del presente sin poner en peligro la capacidad de las generaciones futuras para atender sus propias necesidades”. Para cumplir con ello, Chile ―país que depende de la explotación de sus recursos naturales― debía tener una normativa clara en la regulación de éstos. Así en el año 1994 nace la Ley Nº 19.300 de Bases Generales del Medio Ambiente, donde se plantea el mecanismo público a utilizar para la protección de los recursos. Sin embargo los recursos marinos no se consideran, sólo rigiéndose por la Ley Nº 18.892 General de Pesca y Acuicultura del año 1989, donde se enmarcan los distintos planes de explotación de los recursos marinos, que son pesquerías, acuicultura y las áreas de manejo.

Toda actividad económica de extracción de recursos marinos significa una alteración del medio, es decir se producen disturbancias en el lugar. Estas alteran el sistema y generan una disminución de la abundancia de individuos y la riqueza de especies que se presentan en él. Así mismo al extraer constantemente a los individuos adultos se afecta el grupo etario dominante. Esto significa que si la extracción es constante lo más probable es que el tamaño y edad de los individuos que dominen la población sea menor. Por consiguiente si la edad del grupo es menor, la reproducción en la población también lo será.

Las pesquerías son sin duda las que producen el mayor efecto directo sobre las poblaciones de recursos marinos. Esta actividad consiste en ir a un sector, extraer los individuos y luego cuando no se obtienen más, recurrir a otro. Si bien existe una regulación donde se les prohíbe sobrepasar una cota de extracción, esta es muy permisiva y no protege los recursos en su integridad. En pesquerías artesanales el efecto no es grave, dado que si el recurso empieza a escasear no se extrae más. Por otro lado en las pesquerías industriales este efecto es devastador, ya que sus métodos de sustracción se basan en la maximización de la extracción de los recursos. Por ejemplo si se quiere extraer jurel, se busca el cardumen y se arrasa con todo lo que hay en el sector para maximizar la obtención de jurel. No sólo se elimina la población que se buscaba, si no que también se empobrece el ecosistema al exterminar a la vez la comunidad y todos los nichos creados.

La acuicultura in situ, es decir la producción y crianza de un recurso en piscinas dentro del medio marino, produce un efecto negativo indirecto sobre el ecosistema. Si bien no se extraen los recursos directamente del mar, todos los desperdicios que se generan como fecas y alimento no consumido, se depositan en el fondo marino. Dada la cantidad de materia orgánica depositada, los fondos se convierten en un desierto y basurero. Las poblaciones de individuos se ven disminuidas y/o exterminadas, ya que las condiciones originales del medio cambiaron. La acuicultura produce que los ecosistemas del fondo marino cambien y se empobrezcan, los cuales sólo se verán constituidos por especies colonizadoras y oportunistas.

Las áreas de manejo se presentan como la actividad más “amigable” con el medio. En éstas se da la responsabilidad de la mantención de los recursos a los administradores de la parcela marina. Ellos velarán por el futuro de su recurso, definen cotas de extracción, recursos a explotar y los sectores dentro de su área aptos para ser explotados, todo con el fin de que sus recursos a futuro no presenten problemas. Desde una perspectiva ecológica esta explotación respeta la regeneración de poblaciones, dado que el pescador dejará de extraer el recurso si se ve dañado, ya que sabe que de él depende su mantención. Las extracciones generadas se pueden asociar a disturbancias cíclicas que necesita un ecosistema para ser más complejo, lo que puede llevar a aumentar los nichos disponibles y así la diversidad de especies. Desde la economía, esta mayor diversidad de especies significará una mayor cantidad de recursos explotables.

Personalmente creo que el mejor plan de explotación son las áreas de manejo, ya que respetan las estrategias reproductivas de los seres marinos. Se parte de la base de que todos los lugares alterados pueden volver a tener las condiciones y características originales, sólo se necesita que se deje “descansar” y son las áreas de manejo donde se da la responsabilidad a los pescadores de mantener el recurso.

Por otro lado, si bien las áreas de manejo son una alternativa viable el que sean sistemas cerrados, constituidos sólo por los pertenecientes a un sindicato, provoca un efecto adverso en los que no pertenecen. Esto podría generar que se explote el área ilegalmente por los que no pertenecen, y en vez de avanzar en la protección del recurso, éste se vea devastado. Es necesario que la legislación sea más estricta y clara frente a las áreas de manejo, dado que es una alternativa viable para la regeneración y mantención de los recursos marinos. Lo ideal sería que todo el mar territorial presente áreas de manejo y a su vez todos nos hagamos responsables de la conservación de éste.

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