jueves, 13 de agosto de 2009

Mirada recursera

Yerko Castillo A.

“Elige un trabajo que te guste, y no trabajarás ni un solo día de tu vida”
Confucio

Desde los primeros ramos de nuestra carrera, nuestros profesores fueron claros en transmitirnos una idea central: somos pioneros en cuanto a nuestra formación se refiere, una especie de experimento que promete dar frutos a futuro. La tarea para la cual se nos prepara es gigantesca en todos los ámbitos imaginables. Además de tener que enfrentar desafíos enormes, también nos dejaron claro que hay muy poco camino avanzado en Chile y en el mundo en general. Es verdad que existen varias leyes y tratados en muchos países, pero la realidad una y otra vez nos enseña una de sus más grandes verdades: que la verdad duele. Duele ver día a día como los tratados y las leyes son pasados a llevar a toda escala, desde la temporera despedida injustamente por su patrón, hasta la forma en que los países desarrollados aumentan sus emisiones de gases de efecto invernadero echándose al bolsillo el tratado de Kyoto, contaminando la atmósfera que nos pertenece a todos y alterando nuestro clima. Día tras día se pasan a llevar los derechos humanos básicos, como es el derecho a un medio ambiente libre de contaminación o a una educación digna, problema que probablemente seguirá sin respuesta mientras la clase política se enfrasque en sus clásicos monólogos de a varios. Lo triste es que los políticos son el reflejo de nuestra sociedad, y la verdad es que nuestra sociedad ya no se entiende. Si la respuesta de las autoridades ante los problemas ambientales es “acostúmbrese a vivir con la basura hasta el cuello” está claro que hay algo podrido en nuestra sociedad.

Nos encontramos en un momento histórico muy particular y hay que asumirlo, la maquinaria del progreso ha alcanzado el desarrollo tecnológico necesario para potencialmente procesar todos los recursos de nuestro planeta. No sirve de nada intentar cerrar los ojos o esconder la cabeza. Claro que resulta mucho más fácil y cómodo hacer como que nada pasa, o esperar a que otro arregle el problema, pero el hecho de conocer los problemas y no hacer nada por solucionarlos es convertirse en parte del problema. Hablo de la política interna de cada uno de nosotros, establecer los límites acerca de nuestros valores y principios internos, hasta qué punto soportamos los abusos e injusticias. Ser parte de aquellos con baja fibra moral, sin escrúpulos y con principios dudosos, o ser parte de aquellos íntegros y de posturas claras es una decisión que debemos enfrentar día a día cada uno de nosotros, ya que todos construimos esta sociedad, no sólo algunos. Hablo de valores y principios personales y de cada uno, no hablo de colores políticos ni de ideologías, ya que para generar cambios socio culturales primero debemos partir por nosotros mismos y tener claro qué cosas vamos a tolerar y qué no. Hablo de ser consecuente con uno mismo, ser de los que pueden dormir tranquilos al terminar el día.

Como recurseros tenemos dos grandes misiones: por nuestra formación multidisciplinaria y transversal podemos ser intérpretes entre los distintos actores de la sociedad moderna, cuyo mayor problema es que la gente ya no se entiende, es como si se hablaran en idiomas distintos. No se comunican, ya sea porque se han especializado mucho en su área y han olvidado el resto o bien porque nunca se han dado el tiempo de aprender el idioma del otro. Me refiero, por ejemplo, a un campesino hablando con un empresario, a un político con un pescador, o a un juez con un científico. Ésta sería nuestra primera misión, aprender a hablar el idioma de cada uno y poder traducirlo al del otro, para así generar un encuentro y espacio común a todos los actores de nuestra sociedad, para que puedan entenderse y escucharse. La segunda misión, por nuestra formación académica, es aprender a interpretar el lenguaje de la Tierra y del ambiente para aprender a transmitirlo en lenguajes tales que la sociedad entienda lo que la Tierra nos quiere decir, y así de manera informada podamos tomar las mejores decisiones para todos.

Con lo único que contamos es con nuestros principios y valores personales. Elegir de que lado vamos a estar cuando empiecen los problemas define en gran medida a los compañeros de viaje, a los aliados en esta larga lucha ético-cultural que ya no para, y no va a parar por la sencilla razón de que el sistema mecánico-material que la sociedad global ha generado ya no se detiene, pues siempre necesita crecer para mantener su estabilidad, el status quo. Este crecimiento sin límites está llegando a rincones que nunca antes había llegado, a los últimos lugares prístinos, a rincones únicos de nuestra Tierra, a las culturas más ancestrales. Mediante promesas e ilusiones arrasa con la Vida. ¿Vamos a voltear la mirada? Debemos además estar conscientes de que si nos enfocamos sólo en lo material, tarde o temprano nos veremos decepcionados, ya que nuestra fortaleza como seres humanos no radica en lo material, sino en lo humano, lo material va y viene. Son muchos los casos en donde lugares protegidos por su gran biodiversidad y riqueza ecológico-cultural han sido destruidos por la necesidad material o codicia de los países que los protegieron durante décadas. La paradoja es que dicha destrucción al mediano plazo los empobrece, ya que los beneficios tienden a acumularse en manos de unos pocos que viven lejos, siendo transitorios los beneficios para las comunidades que viven cerca. Funciona así en la mayoría de los casos, en base a paradojas, paradigmas obsoletos, anacronismos, imposición de la fuerza, desinformación y engaños. Tener esto presente y enfocarnos en los cambios sociales, humanos y culturales que podamos producir más que en lo puramente material es nuestro desafío como recurseros y como sociedad para lograr el cambio cultural que nuestro sistema global requiere en pro de cambiar el rumbo del saqueo natural.

El camino es larguísimo y lleno de obstáculos, y lo más probable es que nunca termine ya que siempre surgirán nuevos problemas. Debemos tener la libertad de elegir nuestros propios senderos y compañeros de viaje, para lo cual debemos preguntarnos ¿Cuál es nuestro lugar en el mundo? ¿Qué valores y principios regirán nuestros actos? ¿De qué fibra moral estamos hechos? ¿Cómo queremos que nos recuerden los demás? No debemos esperar una recompensa o reconocimiento, por lo menos no uno material, nadie premia la integridad moral o da galvanos por generar cambios culturales, pero ser reconocido como íntegro y consecuente con uno mismo no tiene precio y es una recompensa mucho mayor que cualquier bien material.

Envía tu columna a ceiren@gmail.com
¡Anímate!, puedes hacerlo de forma anónima.

No hay comentarios.: